Quizás sea eso, los abogados, siempre enfrascados en la defensa de los derechos, libertades e intereses de sus clientes son un colectivo extraño, raro, que se ha olvidado de sí mismo.
Muchos de ellos defienden a capa y espada los derechos de millones de trabajadores por todos los juzgados del país; curiosamente, derechos, de los que en muchos casos, y de facto, ellos no disfrutan.
Otros defienden y velan los intereses de los múltiples y numerosos sectores económicos o profesionales del país. No se conciben asociaciones empresariales sectoriales sin un nutrido equipo de abogados, analizando e influyendo en normativas y regulaciones para ver su impacto en el sector y si es necesario acudir a los tribunales para defender sus intereses.
Detrás del resplandor del cuero de los sillones y de los escritorios de roble o diseño de los despachos de abogados, la realidad es que hay mucha precariedad: no hace falta que la detalle, porque tú compañero o compañera que me lees, sabes perfectamente a qué cosas me refiero.
Detrás del destello de las moquetas y maderas nobles de nuestros, supuestamente, centros de representación institucional, la verdad es que no sé lo que hay, o más bien, prefiero callármelo porque tú compañero y compañera lo sabes mejor que yo.
Tan raros somos, tan extraños, y tanto nos hemos olvidado de nosotros mismos que cuando nos hemos movilizado lo hemos hecho siempre pensando en los intereses de nuestros clientes y ahí está el trabajo que desde años viene haciendo la Brigada Tuitera o #T.
Aunque bien es verdad que, en muchas ocasiones, los intereses de los abogados confluyen con los de los nuestros clientes, porque obviamente, si a ellos les impiden u obstaculizan su legitimo derecho a acceder y a contar con una Justicia de calidad, a los abogados necesariamente nos irá mal.
Sin derechos no hay justicia, pero no menos cierto resulta que sin abogados tampoco, y quizás, detrás de esta cuestión tan elemental están los males de la profesión y los ataques que la abogacía de a pie, la que defiende al ciudadano o al pequeño empresario, viene recibiendo. No lo duden, sin pequeños abogados o con estos debilitados, los grandes poderes políticos y económicos vivirán mucho mejor: ya no habrá nada, ni nadie, que ponga coto a sus desmanes, abusos o corruptelas.
Pero también es verdad que tenemos que pensar en nosotros mismos y en nuestras cosas: conciliación y derechos personales, dignificación profesional, turno de oficio, etc. e incluso en nuestra propia supervivencia futura porque cada vez es mas palpable que está seriamente amenazada.
Pues pensando en todo esto y porque no puede seguir ocurriendo que "en casa del abogado los derechos sean se palo", un grupo de compañeros y compañeras, bajo la bandera de #R, están organizando el Primer Congreso de la Abogacía Independiente que se celebrará los días 29 y 30 de noviembre.
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