Los equipos Mar, Aire y Tierra de la Armada de los Estados Unidos (en inglés: United States Navy Sea, Air and Land) o SEAL (acrónimo de SEa, Air and Land), conocidos habitualmente como Navy SEALs, son la principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos.
De todas las Fuerzas de Operaciones Especiales que existen en los ejércitos del mundo, las de los Estados Unidos son las más capaces por preparación y medios, y las mejores de todas ellas, son los NAVY SEAL.
Los SEAL, para abreviar, están formados por aspirantes de otras unidades especiales de los Rangers, los Marines y los Delta Force, e incluso así, sólo alrededor de un 40% de los aspirantes a formar parte de los SEAL supera las pruebas de admisión.
Aunque, pertenecen a la Marina, sus competencias suelen ir más allá. No en vano, no por casualidad, SEAL es un acrónimo de "Sea, Air and Land", es decir: Mar, Aire y Tierra.
Expertos en cualquier situación (paracaidismo, buceo, natación, manejo de armas, explosivos, lucha cuerpo a cuerpo, escalada, etc.).
Su insignia lo dice todo: un águila aferrando un ancla y un tridente.
Escogidos entre los escogidos e inmejorablemente entrenados, para llevar a cabo acciones de toda índole, en cualquier lugar; en cualquier momento; bajo cualquier circunstancia; al margen de su peligro o dificultad. En definitiva, entrenados, formados y con experiencia para adaptarse a cualquier misión o encargo.
Pero no. No les quiero hablar de soldados, sino de abogados y abogadas. La tendencia actual, aunque no es tampoco algo nuevo, es la de la preferencia por el abogado especialista o especializado.
Desde todos los ámbitos se lanza y aboga por la especialización, como la clave para el éxito, tanto para el profesional que se especializa en una concreta área o materia, como para el cliente que elige un abogado especializado.
Pues bien, yo quiero romper una lanza por los SEAL de la abogacía: abogados y abogadas, formados, entrenados y con experiencia para actuar en muchas circunstancias y lugares, y sorprendentemente, hacerlo bien o muy bien, con excelentes resultados.
Además, al contrario también de lo que pudiera parecer, son muchos y no les falta trabajo. De hecho, muchas veces son más de los que parecen, porque en muchas ocasiones, lo de la especialización, es más una técnica comercial que una realidad.
La especialización, oculta algunas cuestiones, que deben tenerse en cuenta: desde especialistas que no son realmente especialistas, sino que más bien, solo se manejan en una materia, a veces hasta justitos, y por lo tanto centran su actividad en un área o parcela concreta, a especialistas que es verdad que están muy especializados y saben mucho de un tema, pero luego pinchan en el procedimiento o con las pruebas.
Les aseguro que a veces producen unos desaguisados importantes, porque el planteamiento, el proceso y la prueba, es clave en cualquier procedimiento, y tampoco es bueno dar lecciones y clases magistrales a un juez, que igual tampoco es especialista y nos llevamos una sorpresa. Ojo con los muy especialistas, que suelen estar muy seguros de sus teorías e igual ponen todas las manzanas en una sola cesta y luego llega el disgusto. Esto es un clásico.
Por otro lado, la realidad es que para cambiar un embrague no hace falta un mecánico especializado en embragues, sino que vale cualquier taller que haga las cosas bien y sobre todo no trate de engañarnos. Si existen, que no lo sé, talleres especializados en embragues será porque comercialmente le interesa más cambiar embragues, lo hacen más rápido y con menos costes, que un taller no especializado y eso les da un mejor margen de beneficio. Pero, créame, el coche va a salir igual del taller, e incluso del no especializado, igual con el aceite cambiado y alguna otra reparación que era necesario realizar. La realidad es que muchas veces la especialización es un beneficio para el Despacho, que va a necesitar menos tiempo para preparar el asunto, sin que ello se traslade realmente al encargo, ni suponga mejores resultados.
¿Pero qué ventajas tiene decantarse por un SEAL o ser un SEAL?
Bueno, lejos de esta comparación divertida, la realidad es que los abogados SEAL, en realidad son lo que siempre se ha conocido como abogados de confianza, de familia, también considerados generalistas. Palabra que hoy en día suena como algo maldito, pues ya digo, el sector aboga por el especialista, en realidad son estos mismos y los formadores de especialistas, los que venden esta tendencia que, evidentemente, les interesa.
Lo de generalistas es una simplificación, porque en realidad son también especialistas: en dar soluciones eficaces, efectivas y globales, en cualquier lugar y circunstancia, a los asuntos más comunes. Ojo, no sencillos, sino más habituales. Y ocasiones, a esos otros asuntos tan enrevesados que ningún especialista se atrevería a meter mano. En definitiva, especialistas en adaptarse a la situación, las necesidades y a los cambios que pueda tener el asunto: algo así, efectivamente, como hacen los SEAL.
Por supuesto que también hay buenos abogados especialistas, porque lo importante, en la mayoría de los casos, es dar con un abogado que trabaje bien el asunto, ya sea generalista o especialista, que tenga una solida base procesal y formativa, y que le dedique el tiempo y el esfuerzo que el asunto requiere, porque la realidad es que en la inmensa mayoría de los asuntos, lo que determina el resultado no es tanto la cuestión jurídica, como la forma y sobre todo la prueba con que se cuenta. Y hoy en día, créame, está todo escrito, solo hay que saber buscarlo y organizarlo, y sobre todo, trabajarlo.
El abogado generalista, tiene algunas ventajas, entre las que destaco: mucha experiencia, en ámbitos diversos lo que le da nuevas perspectivas y estrategias; goza de una visión más amplia del asunto y el problema jurídico, porque la realidad es que los temas se mezclan y es complicado, por ejemplo, pensar en un especialista en divorcios que no domina cuestiones fiscales, inmobiliarias, contractuales o incluso mercantiles (piénsese que hay sociedades, negocios o contratos en liza).
Además hay una ventaja que es indiscutible: el abogado generalista, nos va a poder atender en una multitud de asuntos, por lo que al final, obviamente, siempre si queremos, se convierte en nuestro asesor de referencia y de confianza, conoce nuestras necesidades y nuestros intereses, en ocasiones mejor que el propio cliente. Esto se nota por ejemplo en la aportación probatoria, si el abogado nos conoce o sabe de nuestro negocio, es posible que conozca de pruebas que podemos tener u obtener y en las que ni siquiera habíamos caído.
Finalmente, y ya dirigido a los profesionales jóvenes que me pudiera leer, la realidad es que la especialización está bien, nos va a dar oportunidades, pero también supone cerrarnos puertas y hacernos menos adaptables a las situaciones. Y está el factor de pérdida del cliente, de especial trascendencia en los que ejercen con despacho propio, esto es, que una vez hecho el trabajo, ya es muy probable que a ese cliente no le vayamos a volver a ver, y no está la cosa para perder clientes. Recientemente, de hecho, leí que los grandes Despachos ahora también buscan perfiles de abogados, más adaptables y con una formación más generalista.
En resumen, que lo de contratar o ser un SEAL, no es tan mala opción, como nos vende el sector. Y es que, como dice el lema de los SEAL, “El único día fácil fue ayer”. Cada día es diferente y lo importante es dar el 100% de lo mejor de uno, cada día y en cada asunto.
Ángel López