Este post, se publicó originalmente, en el blog de @cienpersonas, LEER EN EL BLOG CIENXCIENPERSONAS.
Es viernes, en realidad ya sábado, concretamente día 4 de octubre de 2014 y son las 2.27 horas. Se preguntarán el motivo de que les facilite esta información. Quizás lo entiendan si, gentilmente, me regalan su tiempo, y siguen leyendo.
Verán. Les contaré la verdad. No me apetece nada
escribir este post, estoy cansado, me levanté con el alba, la jornada laboral y
personal ha sido intensa, y encima, tengo un buen catarro -el primero de la
temporada otoñal en la que nos hayamos inmersos-, pero a pesar de ello, lo voy
a hacer. Lo voy a escribir. No me he vuelto loco. Sigan leyendo.
Este post lo debo. Se lo debo a este blog donde me están
leyendo. A su espectacular equipo que tan bien nos trata a todos aquellos que,
por una razón u otra, publicamos algo en el mismo. Pero, sobre todo, me lo debo
a mí mismo. He de cumplir una misión personal, un objetivo propio que ninguna
otra cosa podría saciar.
Tengo que retroceder mucho tiempo atrás. Calculo que hasta
abril. La verdad es que no lo sé. No me acuerdo. Pero lo puedo estimar gracias
a un post de Emilio Gude, “El
precio de La Ilusión”, publicado también en este blog, y que les recomiendo
que lean por dos motivos: primero, porque es muy bueno; segundo, porque si no,
es posible que no entiendan esta historia.
¿Verdad qué es bueno? Tras leerlo, no pude evitar
whatsappear con Emilio. Cuento con el privilegio de ser su amigo, así que tengo
su móvil, y conversamos con relativa frecuencia (ya siento la envidia de las
lectoras, pero es que he de contarlo). La conversación se desarrolló por los
siguientes derroteros. Permítanme, eso sí, que suprima los tacos. Quedarían
groseros en tan noble medio:
– Gude, eres un genio, sólo un crack
como tú, se sacaría de la chistera un post así.
– Te ha gustado eh!
– Y encima con tanto talento. Eres un
Crack.
– No es para tanto.
– Ahora qué hago yo, también les había
prometido uno, y pensaba sacarme algo de la nada. Tendré que hacer un post
técnico, imposible llegar a tu nivel.
– No exageres…
Los minutos posteriores fueron un infierno, me rebané los
sesos intentando encontrar algo técnico sobre lo que escribir. Escudriñé las
neuronas en busca de alguna idea. Las siguientes horas no fueron mejores.
Desesperantes.
¿De qué podía escribir en un blog de recursos humanos, cuando
como Emilio, no llevo recursos humanos?.
De locos, jamás podré hacer un post
para el blog, pero algo debería encontrar. ¿Si D. Emilio Gude podía hacerlo,
iba yo a ser menos…?
¡Apareció! ¡Apareció! Sin más y de la nada. Una de esas
neuronas, seguramente de las más recónditas, debió encontrar la solución.
¡RIVALIDAD! Eso es, por rivalidad llevaba toda la tarde escudriñando mi cerebro
en busca de una solución, era el motor que me hacía darle vueltas al tema una y
otra vez. Ilusión, la ilusión es importante, pero, Gude, amigo, nos movemos
también por rivalidad, por competencia y competitividad.
Es así, desde el principio de los tiempos, desde los inicios
de la Humanidad. Los primeros pobladores, desde que el hombre aún no era
hombre, rivalizaban por la comida, por las cuevas o cubículos en los que
pernoctaban, por cubrir sus necesidades más elementales y por progresar. La
propia Biblia nos habla de rivalidad. Adán y Eva, actuaron así por rivalidad
con Dios. ¿Qué me decís, de Caín con Abel? Si llegó a matar a su propio
hermano, por rivalidad. Míticas son las rivalidades entre personajes de la historia:
filósofos, gobernantes, artistas. O entre grupos sociales: tribus, pueblos,
religiones, países…., todos rivalizan.
Y a la vez que lo hacen avanzan,
progresan, se desarrollan, evolucionan.
¿Y en la empresa? En la empresa también. Hay una rivalidad
extrínseca, con la competencia, con otros trabajadores del ramo, con otras
empresas y con los propios clientes. Una necesidad de estar a la altura de unos
y otros, y de, incluso, llegar a superarlos. Y por supuesto, una rivalidad
intrínseca, entre los propios empleados, y de éstos con sus Jefes, y a la
inversa. Y no es malo, al contrario, es fundamental, crucial, es lo que nos
hace avanzar, ser mejores, liderar, progresar. Entiéndase, eso sí, una
rivalidad sana, pacífica y tranquila, que las empresas y sus departamentos de
recursos humanos han de saber controlar, incentivar o paliar, dependiendo del
caso y del empleado concreto.
Quienes lo hagan avanzarán, quienes no, se estacarán, o peor
aún, tendrán serias dificultades, con incidencia, en mayor o menor medida, en
sus cuentas de resultados. De hecho, casi más importante que su incentivación
resulta su control. No se me ocurre nada más pernicioso, que un empleado
rivalizando con los demás de un modo indebido. Mitigar esa conducta errónea y
reconvertirla en una rivalidad sana, reportará enormes beneficios para el
empleado en cuestión y para la empresa en general.
Desconozco la existencia de estudios sobre rivalidad en el
trabajo, pero sí que constan realizados en el ámbito docente. Las
investigaciones sobre la eficiencia de la rivalidad como incentivo del
aprendizaje, tanto a nivel individual como a nivel de grupos, han sido
ampliamente estudiadas.
Hurlock aisló dos grupos de estudiantes, motivando
activamente a unos, pero a nivel personal, sin referencias comparativas a
otros. Al otro grupo lo subdividió en dos secciones homologas que competían
entre si. Los integrantes del grupo que rivalizaron con la otra sección del
mismo avanzaron notablemente con respecto a los del otro grupo. No hay duda, la
rivalidad nos hace ser mejores.
Decía, el biólogo molecular y premio nobel Francis Crick, al
que se le atribuye, nada más y nada menos, que descifrar “el secreto de la
vida”, que “en la ciencia existe necesariamente un grado de rivalidad”.
En la ciencia, en la empresa, y no digamos en la abogacía. Es un valor a cuidar
y potenciar. Rivalicemos, nos hace progresar.
Son las 3.12 minutos, el post está terminado. La misión
cumplida y el objetivo saciado. Lo he conseguido. No hagan la comparación, el
post de Emilio es infinitamente mejor que éste. Pero no lo duden, ha sido la
rivalidad (por supuesto, sana) lo que me obligó a generar la idea del post. Y,
finalmente, con mucho retraso por falta de tiempo, he podido materializarlo
esta noche.
Es éste valor el que me ha motivado: el valor de la
rivalidad.
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